Para Dante, su vida siempre ha estado ligada a las artes. Criado por una familia de pintores, desde temprana edad ha tenido cercanía con diferentes formas de expresión artística. A los ocho años, su abuela lo llevó a sus primeras clases de guitarra clásica, pavimentando su carrera dentro de la música.
En su adolescencia, y de forma casual, casi predestinada, acompañando a su hermana a la escuela de música municipal en San Vicente, se encontró con el contrabajo. Dante, alto y de contextura grande, al principio se vio atraído por el instrumento por algo físico, y lo fue conociendo de a poco.
Los inicios no fueron fáciles, en San Vicente no había profesor de contrabajo, así que de forma autodidacta fue aprendiendo a tocar el instrumento; cómo funciona y experimentando. Tras la llegada de una profesora de violonchello, quien tenía algunas nociones del contrabajo, guio a Dante y el estudiante, casi de forma natural, fue enamorándose del coloso instrumento.
A los 16 años, buscando tener un profesor de contrabajo, se encuentra con la cátedra dictada por Sebastián Espinosa, contrabajista que en 2013 implementó un Proyecto educativo para potenciar y perfeccionar el estudio del contrabajo en Chile, teniendo como meta entregar todas las herramientas necesarias a sus estudiantes para que puedan enfrentar audiciones y concursos a nivel mundial, optando por un futuro promisorio en la música.
Y Valencia, ya decidido a seguir la carrera artística, y con el apoyo de su familia, empezó sus estudios en el Conservatorio y tras seis años intensos, hoy realizará su maestría junto a la élite musical.
¿Qué significó este viaje desde San Vicente a Santiago?
“El comienzo fue un shock cultural, porque uno vive en una burbuja. Usualmente, cuando un alumno tiene cierta habilidad o facilidad en alguna materia, le dan demasiada confianza y llega a Santiago y la pierde totalmente, porque el nivel en provincias es súper bajo y en Santiago está concentrado la mayor cantidad de talento. Entonces, fue un shock para mí llegar a la cátedra, fue empezar de cero y fue un golpe importante al ego, pero es parte del viaje”.
¿De dónde nace la idea de postular a estas prestigiosas universidades?
“Todo esto es un proyecto. Hay etapas en esta formación musical. Al comienzo es un entrenamiento bastante intensivo que sólo consta de aprender a tocar el contrabajo, técnica y musicalmente, sentar las bases de tu aprendizaje musical. Después, el profesor va mostrando las alternativas, existen festivales y otros eventos que son los primeros acercamientos a este mundo, y con el tiempo, y mientras vas ganando experiencia, el proyecto se encarga de abrir más puertas. En este caso, Sebastián estudió en Reina Sofía y cuando ya estaba terminando la carrera empecé a ver lo lineamientos de cuál iba a ser el siguiente paso, porque uno entra a la cátedra del Conservatorio y trabaja para poder estar en la élite mundial y no hay otra manera que irse de Chile. Y llegamos a la conclusión que esta escuela era una muy buena opción como siguiente paso”.
¿Cuánto tiempo le dedicas a este instrumento?
“Cada uno tiene su proceso, pero como cátedra es un poco más homogéneo, dentro de los seis años de estudios formales, al principio estudiaba ocho horas al día, luego uno va aprendiendo a ser más eficiente, los profesores te enseñan, vienen profesores del extranjero a enseñarte y ahora varía desde las tres a las seis horas dependiendo el fin. Para la audición de Reina Sofía estudiaba seis horas al día, pero es bastante tiempo diario”.
¿Qué tuvo esta cátedra en especial que te hizo elegirla? ¿Qué la diferenciaba de otros proyectos que también tienen relación con la música?
“Primero, creo que es el único proyecto a nivel nacional que tiene esta idea de llevar músicos al más alto nivel. Usualmente, en mi experiencia, en Chile se van sólo los talentos individuales, nunca se piensa colectivamente. La cátedra me encantó porque tenía un espíritu y se fundamenta en la colectividad, es contrario al espíritu individualista de la sociedad de hoy en día”.
“El profesor me mostró que era una metodología holística, de formación integral, y no prepara contrabajistas, sino músicos; no somos unos robots que tocan un instrumento, sino que somos personas que entienden la música en su completo. Otras cátedras de contrabajo se centran solamente en enseñarte a tocar el instrumento y el profesor se mantiene bastante alejado, entre los alumnos no hay mucha conexión, no hay redes de apoyo”.
¿Cómo empezó esta postulación a la Escuela Superior de Música Reina Sofía? ¿Cómo te enteraste y cuál fue el proceso?
“Todo comenzó en enero. Fue dentro del contexto de ya estar finalizando mis estudios y era hora de dar el otro paso y empezamos a ver las universidades que podían aceptarme en ese momento. Mandamos la postulación a la Escuela Superior de Música, que era grabar un video. Fui a Santiago, grabé con el pianista, todo bajo el alero de Sebastián que iba verificando los videos y los ensayos. El me dio la recomendación, al ser ex alumno del Reina Sofía tiene un peso diferente. Esperé un mes para el resultado, luego de eso, tuve que preparar una transmisión por streaming, pasaron tres días y me mandaron la carta donde me habían aceptado. Yo grité, tantos años trabajando, se veía tan lejano y de repente estaba ahí el papel. El Reina Sofía funciona con muy pocas plazas, y todo se dio para tener ese cupo, gustarle a la comisión, llamé a mi mamá, a mi profesor y a los profesores anteriores que tuve. Es un logro que no es solamente mío. Es un premio colectivo, eso es más bonito que uno individual”.
¿Cómo te gustaría que continuara tu carrera?
“Ya he ido un par de veces para otros festivales importantes, entonces ya tengo un camino definido, que es prepararme para una audición en una orquesta en la élite y luego volver, me encantaría volver a la cátedra y formar nuevos alumnos como profesor. Me gustaría estar en una orquesta de cámara, que son más pequeñas, y centrarme harto en lo que es el contrabajo como un instrumento solista, y acercarlo a la gente no tiene mucho acceso al instrumento”.
Fuente: Diario La Tercera